NO ME LLAMES ÁLVARO

Por favor, que es mi apellido :)

Y ahora, sí. Hola, soy Alberto.

Papá, panadero, fotógrafo. En ese orden.

Si te gusta el fútbol, quizá hayas reconocido la frase. Si no te gusta, que sepas que es una manera de definirme (hay otras, pero esta me encanta), aunque mi dedicación principal no sea ninguna de las tres.

Pero son de las cosas que más disfruto en la vida. Compatibilizarlas es en sí mismo una aventura.


Actualmente vivo en Madrid, mi ciudad natal. He vivido en otros sitios, pero ya llegaremos a ello.
Estar en Madrid me permite tener una buena base para viajar por distintas partes del mundo.

 

Si tuviera que unir los puntos hacia atrás como decía Steve Jobs, en el caso del pan sería muy breve: Mis abuelos eran panaderos en Almazán, Soria. La historia completa la contaré algún día.



De la Fotografía, te hablaré de lo más práctico.

Después de 14 cámaras (He incluido en el número las compactas, por puro dramatismo) de todas las marcas he descubierto que lo que más importa es el fotógrafo: Su talento y su destreza a la hora de mirar.

Todavía me brillan los ojos cuando sale un modelo nuevo, pero recuerdo esto.

De verdad, es lo que importa, es el básico que hay que entender del equipo.

Luego hay pequeños detalles que quizá pueden facilitar más unos equipos que otros (aunque el software soluciona muchos de estos problemas hoy en día).

Pero es como estar eligiendo el peso del sillín antes de aprender a montar en bici.



Mi relación con la fotografía empezó con una Canon Prima de mis padres, que venía de Tailandia y que pasó varias veces por el Servicio Técnico de Canon (creo que todavía se acuerden de ella).


No fue por mi causa, ya que no me dejaban cogerla mucho por aquello de que era de carrete y las fotos ‘se gastaban y costaba dinero revelarlas’.

Todo cierto, pero con 10 años yo también quería apretar el botón, llevar el carrete a la tienda y en unos días ver la magia de las fotos en papel.


Mi siguiente hito fue el viaje de fin de curso del instituto a Italia: Venecia, Florencia, Siena y Roma.

El primero de muchos viajes a Italia.


Fui con una cámara desechable, y el primer día en Florencia me tuve que comprar otras dos, porque en 3 horas en Florencia llevaba gastado medio carrete de 24 fotos.

‘Esto va a costar mucho revelarlo’ fue lo primero que pensé.

Y llegamos a la época digital, que coincidió con mi Erasmus de un año en Skövde, Suecia.

No fue mi primera opción, pero si tuviera que destacar un momento de cambio y crecimiento radical en mi vida, es éste. Aquí sí hay un punto importante que unir hacia atrás.

Esta experiencia supuso una nueva vida, comenzar a ser otra persona.


Vivir fuera de mi casa, aprender a cocinar, descubrir el valor real de la amistad, del amor, el desamor, la responsabilidad, el compañerismo, el amor por la Naturaleza…¡y ver auroras boreales en el Círculo Polar Ártico!

Un año que vale por muchos.

 

Allí, con una cámara HP de 2 Mpx, hice mis primeras fotos.

Sin preocupaciones, documentando lo que veía, mis cadáveres fotográficos escondidos en el armario.

Sin cuidado técnico como fotos quemadísimas y nocturnas a pulso, pero sobre todo sin ningún tipo de fundamento en cuanto a la composición, como cortar elementos o que las fotos no contasen nada y fuesen simplemente ‘la foto que había hecho de algo que me había gustado’. 

A mi vuelta, y con el veneno de vivir fuera en vena, no desaproveché la oportunidad de volverme a ir de Erasmus, esta vez a Italia, a Roma.

Cuando te gusta la Historia y te gusta el Arte, el camino te lleva siempre a Roma.

 

Esta vez, tenía interés en aprender algo más de fotografía, así que me compré una réflex de carrete, la Canon EOS 3000V, una cámara que todavía conservo.  

Empecé a hacer fotos en modos semiautomáticos, y siempre en Blanco y Negro.

He visto mucho cine italiano, y no podía quitarme de la cabeza Roma (y otras ciudades) en esos dos colores. Por no hablar de que la contaminación y suciedad de los edificios lucía mejor en B/N.

Ya no es como entonces, pero al menos mantienen las luces incandescentes y cálidas.

 

Guardo con mucho cariño las fotos de esta época.

Postales en su mayor parte, y de las que hacían copias a tamaño grande mis compañeros (me alegra saber que siguen teniendo un recuerdo mío).


Éstas no serían mis últimas fotos de Roma, ya que he vuelto numerosas veces, en digital y en color. 

 

Después de esto, pasé a las réflex digitales y a cosas tan dispares como el retrato en estudio o el light painting.

No terminó de convencerme ninguna de las dos, pero aprendí cosas que aún hoy perduran, y con el tiempo pongo en valor el haber hecho otras cosas, y haber aprendido siempre. 


 

Y llegó el Paisaje y el gran descubrimiento: viajar para fotografiar.

Hacer viajes donde el objetivo es la Fotografía, y no al revés.


Destinos inolvidables, como Islandia o Lofoten, y también cercanos como la Costa Cantábrica o los hayedos del Norte.

Relacionado con el viajar para fotografiar, comencé también a hacer fotos de paisaje urbano, mirando las ciudades como otros elementos de un paisaje donde cambia la luz, se trabaja la composición, y no hay dos momentos iguales.

 

También llegó el momento de formarse con grandes fotógrafos (me temo que no soy autodidacta :) ), aprender y subirse a hombros de gigantes.

Creo que el aprendizaje que ha hecho alguien que ya ha recorrido el camino que quieres hacer es muy valioso, además de ayudar a hacerte las preguntas correctas.

Aquí merece una mención especial Juan Pablo de Miguel, mentor, amigo e inspiración y base de mi trabajo. No es el único que me inspira, pero su impacto sobre mi trabajo bien merece aparecer aquí.

 

 

Con los años sigo trabajando en mejorar la composición de mis fotos, y me obsesiono menos con el postprocesado, un mal común por el que pasamos muchos fotógrafos.

Para esto no hay nada como volver a experimentar diferentes tipos de foto, esforzarse y estar incómodo.

 

Y esto me llevó a la fotografía de Techos. No, no me he vuelto loco.

Iglesias, palacios, museos…tienen auténticas obras de Arte en sus techos, esperando que alguien mire hacia ariba.

En este punto es inevitable volver a Italia, ¿verdad? Lo he hecho varias veces, a diferentes ciudades, sólo para fotografiar sus techos.

No sé hacer un viaje sin mirar hacia arriba, y no hay destino donde vaya que no tenga varios interiores a visitar.

También ha hinchado mi ego fotográfico, llegando a ver publicados mis techos en National Geographic España en 2021 y 2022.

 
Pero lo mejor es que los Techos me llevaron a conocer a mi amigo Fernando.

Y tanto nos gusta esto de los techos, que nos dedicamos a enseñar cómo poder hacer estas fotos.

En El Arte de los Techos.

 

¿Y lo de papá? Llegamos al final con mi familia, que como puedes imaginar, es la mejor del mundo :)

 Virginia, Maya y Ángela dan sentido a lo importante, me esperan en cada viaje y tienen una paciencia y un amor a prueba de fotos.

 

Ahora, si quieres te toca a ti. Mándame un correo si te apetece, estaré encantado de leerte.